Desgraciado el país que necesita héroes.Por: Ángel Luis Jiménez

IAM/REDACCION En situaciones tan graves como las actuales, no puede pasar que cuando estemos desahuciados por los médicos, acudamos a un curandero. O cuando los políticos no ofrezcan soluciones, tengamos la tentación de pedir que se vayan todos y que vengan los antipolíticos o los tecnócratas.En la obra “Galileo” de Bertolt Brecht, cuando Galileo se pliega a la Inquisición y renuncia a defender que la tierra es redonda y gira alrededor del sol, uno de sus discípulos le reprocha “Desgraciado el país que no tiene héroes”. Galileo baja la cabeza y responde amargamente “Desgraciado el país que necesita héroes”. Me he acordado de estas sabias palabras de Galileo-Brecht cuando leo que muchos españoles están reclamando un héroe como Beppe Grillo para España.La gente no ve la diferencia entre España e Italia y que el Pepito Grillo italiano no es algo improvisado, sino el producto de la desafección y la corrupción de muchos años y del divorcio existente entre la sociedad civil italiana y sus élites gobernantes. Todo eso ha fraguado en este personaje histriónico el cómico Grillo, que ha logrado aglutinar el hartazgo del pueblo italiano ante tanta incompetencia y corrupción.Pero tengo fuertes dudas sobre su demagógico discurso -Grillo dice muchas barbaridades y utiliza la demagogia- porque no creo que sea la solución para los italianos o los españoles. Ante situaciones tan graves como las actuales, no puede pasar que cuando estemos desahuciados por los médicos, acudamos a los curanderos. O cuando los políticos no nos ofrezcan soluciones, tengamos la tentación de pedir que se vayan y que vengan los antipoliticos o los tecnócratas. Y lo más grave es cuando estas soluciones adquieren carácter institucional como está ocurriendo en Italia.La solución Grillo no puede ocurrir en España, estamos vacunados contra los salvapatrias y, sobre todo, porque somos un país extremadamente sensato y cívico. Por muy cabreados e indignados que estemos, ante unas elecciones siempre nos entra el sentido común. Tenemos cercana la Transición y la gente expresa todavía nostalgia de ese espíritu de diálogo y un gran hartazgo de esas continuas y deplorables peleas de gallo entre los líderes de los dos grandes partidos, que no conducen a nada positivo y realista.En España ha sido fundamentalmente la crisis y las recetas de austeridad las que han atizado la rabia y han sacado la gente a la calle, pero aquí hay una gran pasión democrática y una fuerte apuesta por su regeneración. El Partido X, heredero declarado de los principios del 15-M, se presentó a principios de año con un programa titulado “Democracia y punto”. Los meritos de ese cambio social son del 15-M, que inició en España la revolución tranquila de los ciudadanos que no se sentían representados, pidiendo que la ciudadanía ejerciera un control constante de la clase política, porque los españoles no somos niños dependientes que haya que llevar de la mano.La esperanza de futuro está en los movimientos sociales, que ya deben pasar de la resistencia y la protesta airada a una alternativa global que agrupe todas las resistencias cualitativamente diferentes, para llegar a una toma de conciencia y a una acción eficaz sobre los problemas reales de nuestro país. Pero, por supuesto, sin enfangarse en populismo como el de Grillo en Italia. Porque la sociedad por sí sola no cambia, deben empujarla las personas concienciadas que deciden ponerse al servicio de los demás. Esa es la lección ética que transformará la fuerza de la gente de la calle en gestión política de verdad y al servicio del pueblo.

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