Los pactos.Por Ángel Luís Jiménez

En política no se puede estar al mismo tiempo con los privilegiados y con los golpeados por la crisis, y hay que tenerlo siempre en cuenta en las uniones o pactos a los que se verán abocados  todos los partidos políticos en este año cargado de citas electorales. Está claro que superado el bipartidismo, la clase política se enfrenta a un escenario inédito de consensos forzados. Pero eso sí, las uniones o pactos deben estar presididas por la lealtad y los equilibrios programáticos y, sobre todo, como dice Teresa Rodríguez de Podemos “mucha generosidad”.

Es imprescindible erradicar la chulería política en los procesos negociadores. El mandato es entenderse, y con dialécticas arrogantes eso no se consigue. Ni con posturas inflexibles. Restar en política es fácil, sumar es difícil. Sobre todo en una situación como la actual con cuatro partidos (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) en un pañuelo porcentual. ¿Están preparados estos partidos para esos pactos inevitables? Sobre todo teniendo en cuenta que algunos llevan mucho tiempo viviendo en la comodidad de la hegemonía o en el simple acuerdo con el antagonista principal (PP o PSOE), en aquello que se llamó bipartidismo.Una democracia más que un régimen de acuerdos, es un sistema para convivir en condiciones de desacuerdo. Ahora bien, cuando definimos nuestro contrato social o cuando hay  circunstancias graves como en la Transición, los acuerdos son muy importantes y vale la pena invertir en ellos nuestros mejores esfuerzos. ¿Estamos ahora en una situación tan grave como aquella? Porque mantener el desacuerdo puede ser mejor que ceder a un mal compromiso, aunque se diga que los desacuerdos son más conservadores que los acuerdos.Ser fiel a los principios propios es una conducta admirable, pero defenderlos sin flexibilidad es condenarse al estancamiento. La política democrática no puede producir cambios en la realidad social sin algún tipo de cesión mutua. Si los acuerdos son importantes es porque los costes del no acuerdo son muy elevados. Así ha sucedido permitiendo que el PSOE se haga con la presidencia de la Cámara andaluza, con un personaje, Juan Pablo Duran, cuanto menos sospechoso.Ahora Susana Díaz, que va perdiendo el esmalte de su campaña electoral populista para contrarrestar el auge de Podemos o esa conducta faltona en la que se envolvió con la bandera blanca y verde para defenderse de los embates del PP, ha lanzado la idea de la doble vuelta en las elecciones y ha propuesto listas abiertas buscando el favor de Ciudadanos. Este no creo sea  tema para improvisar, ni muy adecuado cambiar leyes electorales con toda urgencia en función de una coyuntura puntual como es su investidura.En todo caso en esta negociación hay muchos dobles en la mesa: dos expresidentes en oferta (Chaves y Griñan), dos exsocios damnificados (Izquierda Unida y Partido Andalucista), dos recién llegados cortejados (Podemos y Ciudadanos), y propuesta de dobles vueltas electorales como brindis al sol. Y una jugadora joven, experta y con instinto, lanzando órdagos. Doble o nada. El problema es que le han adivinado la jugada y ya no engaña a nadie, excepto según leo al partido Ciudadanos, que parece querer ser engañado. ¿O no?

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