Lunes, 30 de septiembre.
Mi querida,
Ayer recibí tu carta. Llegó por guasap, sin remite, como llegan las cartas ahora. Desde la primera frase supe que era tuya.
Por aquí el otoño ha llegado como suele hacerlo, sin avisar. Con el viento frío entrando una mañana, de pronto, cuando abro la ventana después de meditar, por donde hasta hace unos días sólo entraban los rayos cálidos del sol. El verano se ha ido sin despedirse, como yo en las buenas fiestas, con todo el sigilo del mundo porque el show must go on. Y con él también, ya lo sabes, han volado del nido mis hijos.
Alas grandes para ellos, decimos tú y yo mil veces, para mí más libertad. Pero ayer, al leer tu carta, no pude evitar las lágrimas (ni ahora tampoco) que me trajo la melancolía de verme forrando los libros, preparando el bocadillo, o con los folios y los cuadernos nuevos… y me doy cuenta de que esto es, y no las canas ni la mente ni el cuerpo ni la edad, lo que me hace un poco más mayor. Que me sobra papel albal y mi sofá se ha vuelto inmenso.
Mi rutina de cada día se ha hecho menos rutinaria. Me falta el beso robado a las ocho menos cuarto en la puerta, pero doy gracias al cielo por no haberme perdido ni uno y por la verdad de saber que lo que venía yo a hacer aquí, lo tengo hecho y con nota. No hay más que verlos.
Así que después del cojín, entreno, empiezo a exfoliarme la piel, que sigue con el moreno intacto, para ir soltando el verano y abriendo hueco hacia dentro, habitándome con más lectura, más Magdala, más María, con un incienso al atardecer, en el altar una vela. Infusiones, sopas, legumbres, cremas cocinadas lentas. Ir a un ritmo más despacio teniendo, claro que sí, siempre caldo en la nevera, porque hasta el ejército de Tierra sabe que seré madre hasta que me muera y que nunca dejaré de bailar. Cambiar la melodía, eso es todo, cuidar mi energía natural. Retomar con vitalidad lo que dejé en paréntesis veraniego y seguir el camino iniciado. Nuevos horizontes diarios, nuevos proyectos. El sol de tu sur me llega, y el viento y la levantera, por detrás de la Catedral, y me digo que aquí estamos, qué bueno comprenderlo al fin, por muchas dudas que lleguen, cada una en nuestro lugar de ahora, con una conexión norte sur que dibuja el infinito en la Ruta de la Plata.
_________________________________________________________
El otoño
(Correspondencia. Primera carta)
Cuando la noche llega de repente, antes de lo esperado, y el viento es más desapacible y pide a gritos abrigo y cobijo.
El verano queda cerca pero atrás. La piel sigue morena y a las chanclas aún les quedan muchos pasos que dar hasta descansar en el armario, pero las sudaderas y chaquetas se mezclan con los bikinis.
La canción Aguas de Março refleja muy bien esa sensación en la que apetece descansar en casa, dejar que se posen las vivencias tumultuosas del verano, volver al sofá, a las comidas calientes y a las películas con manta.
Ayer mi hijo y yo compartimos uno de esos momentos únicos bajo nuestra manta azul, viendo una serie comedia española que acepto sea nuestro punto de unión en esta adolescencia suya. Sentir cerca su cuerpo me llenó de amor y ternura. Creo que a él le ocurrió lo mismo, después de la frenética actividad social y viajera del verano que nos ha mantenido separados, aunque jamás lo admitiría verbalmente.
Volver a preparar sus bocadillos, rellenar su cantimplora, forrar los libros, comprar lápices, folios y rotuladores, hacer su horario a mil colores para colocarlo en la nevera y saber que tiene cada día, aprenderme sus horarios de fútbol, padel y entrenamiento.
El otoño llega con la gozosa introspección, el descanso, los guisos de cuchara, los reencuentros, las actividades extraescolares, los baños en la playa solitaria y los bailes en la cocina.
La rutina del día la siguen marcando los grandes hitos diarios, el sol saliendo en el Mediterráneo y despidiéndose en el Atlántico.
Es una época perfecta para pescar amaneceres. Sale del mar antes de moverse hacia África y a una hora adecuada y compatible con los horarios de instituto de mi hijo, mis entrenamientos y otras labores matinales.
El otoño en Tarifa es gozoso, vivo sin excesos, en su justo punto de sal.
Cuando en Burgos ya toca transitar el túnel del invierno, en esta latitud queda aún mucho sol, pies descalzos y playa.
Es siempre un placer recuperar el hogar cedido en verano a familias del interior, ávidas de mar y descanso.
Volver a montar mi altar en el templo de mi habitación, recuperar mis libros, cuadernos y acuarelas.
Sentir que el tiempo resbala más lento por mi piel. Observar como los días menguan y las noches van recuperando su reinado.
Sentirme más y hacerlo más despacio. Hablar menos, retomar hábitos balsámicos, cubrir con más prendas el cuerpo, habitar más la horizontal, soltar más tiempo las riendas.
Y también, afrontar con energía nueva las tareas de curso, mis clases elegidas, los proyectos de Oasis, encuentros con las personas queridas y talleres de los que se vuelve mejor y distinto.
Agradecida y abundante, soltando al viento las hojas secas, volviendo a crear el vacío necesario para que pueda brotar lo nuevo.
2 comentarios
Veritas veritas est omnia veritas
Verdad que habéis cumplido y con alta nota lo que vinisteis a hacer
Y también es grande lo que ya nos queda grande porque es espacio no se completa
Se fueron
Todos volverán
Menos alguno
Felicidades
♥️♥️♥️♥️♥️
Leerte cada lunes es un placer, y también un orgullo, pero sobretodo un aprendizaje.