Los últimos fareros de la Isla de las Palomas.

La inauguración del centro de interpretación de la Isla de las Palomas, entre otras sorpresas nos dejó la comparecencia de los tres últimos fareros que trabajaron y habitaron las Isla. Tuvimos la suerte de conversar con ellos y que nos hablasen del faro, cuando aún estaba en servicio.

Fernando Pereg, José Luis Tetuán y Joaquín Marty  durante  años compartieron el oficio y el espacio. En aquella época, el farero y su familia vivían en el faro.

Pero, ¿cómo se hace uno farero?

¨Por equivocación, casi¨, nos comentaba entre risas Joaquín, un Coruñés que junto a Fátima, su mujer, vivieron en el faro hasta el 2005.

A Fernando, bilbaíno de Indautxu, se lo comentó un amigo,¨…Oye, que hay estas oposiciones. Lo vi y dije, a mí esto me gusta y tiré para adelante¨ y le debió gustar. Estuvo, ¨desde el 87 hasta el 93, aunque después nos quedamos hasta el 97, me parece…¨

¨Era una oposición a nivel nacional, hasta que salió una nueva ley de puertos y pasaron a depender de la Autoridad portuaria de cada zona¨, añade José Luis Tetuán, un donostiarra nacido hace cuarenta años en Tarifa, según dice.

Cuando vivían aquí, el patio interno era aljibe y zona común donde se encontraban, aunque las viviendas tenían accesos individuales. Pero esto les convirtió en una gran familia. Viéndolos hablar y como comparten risas cómplices uno se da cuenta que han debido pasar muchos momentos buenos y malos. Hombro con hombro. Los tres, curiosamente casados con tres profesoras, hasta eso compartían. Las reuniones, eran en familia. Encontrar fotos de esa época, significa fotos de todos, grupales, como si fuesen uno solo.

Fernando, José Luis, Fátima y Joaquín

Sus turnos era de 24 horas. Durante la noche, el hacer sonar la bocina, era crucial en esos días de niebla cerrada en los que no se alcanzaba a ver la proa desde popa.

Les preguntamos si la razón de que no haya fareros ya, es la automatización de los mismos, pero nos cuentan que en su época, ya  eran automáticos, ¨estábamos por si acaso y para mantenerlos y que eso funcionase siempre…él solo se encendía y él solo se apagaba¨.

La figura del farero, vive en el imaginario colectivo. Son innumerables las vidas que han salvado desde el anonimato e incluso desde el desconocimiento de ellos mismos. Es una de esas profesiones perfumadas con misterio y romanticismo reflejados en la literatura.  Son de esos trabajos de los que se conoce poco y a pocos. Pues que sepan ustedes que por las calles de Tarifa, caminan cada día entre nosotros, los tres últimos fareros de La Isla de las Palomas.

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