Palabras de aMor en lunes. Por María Eugenia Manzano

Donde hay arte no hay vejez ni soledad ni enfermedad, e incluso la muerte es sólo la mitad de sí misma. Chéjov
Lunes, 8 de septiembre.
Esta semana viajé sin desplazamiento por algunas otras vidas. Volví al Oráculo de julio gracias a la conversación con Paco y a todo lo que después escribí, y desde allí, a mi niña pequeña, y desde ella, a la inocencia y desde la inocencia, a la ternura. «La ternura eras tú», me dijo él. Yo comprendí. Y sin engancharme, seguí jugando, no me juzgué y me vi. Nos vi.
Cartujo me recomendó la serie Superestar y en un capítulo y medio me teletransporté a mi juventud (iba a escribir a mi adolescencia pero no). También he vuelto a León. Ahora, en la mejor compañía del mundo.
Sin entrar en turbo-drama, diré que el viernes viajé a un domingo hace veintiún años, y que también me sentí frágil. Cada vez que tú cumples uno, yo lo celebro contigo, y que haberte traído al mundo a mí me convirtió en madre. Bendita seas, mi Lucía, y eternamente lo seas. Contemplar la luna llena a tu lado es pura ciencia ficción. Ultrabelleza.
El miércoles, sin movernos del sitio, viajamos al futuro en grupo. Activé la máquina del tiempo, supimos que hemos ganado. Después, regresé al primer beso en medio de una noche de verano. Aún recuerdo cómo olía pero no puedo expresarlo. La siguiente, soñé con Chus.
Coño, que te digo que no hay barrancos empieza a convertirse en mantra, y una resonancia cualquiera, fuente de inspiración. Nos vimos con noventa ya, auténticas viejas verdes. Será el arte. Otras embestidas jodidas no tienen por dónde agarrarse. Así que ni lo dudes hoy: vive. Y aquí estamos, mi querida, para lo que tú quieras, ya lo sabes.
La última etapa fue vernos, besarnos en vídeo-conferencia. Brindar con un vino tinto antes de que se haga más tarde porque es que menuda semana, vaya viaje sin transporte y hasta dónde hemos llegado. Que nos vemos en Arenas, mi amor, y nos quedan Sorrentino, La Romería, Torrepadre… Pero eso para el otoño.
Que hasta el veintitrés de septiembre, todavía nos queda verano.


El amor es un pájaro rebelde que no se puede domesticar (de la habanera de Carmen)
Malika Booker
Una vez estuve enamorada; él se fue volando.
Abrí la puerta de la jaula y esperé;
nunca regresó.
Esperé en lo alto de una empinada escalera;
no subió;
bajé para buscarlo;
volvió la espalda, un escudo de hierro.
Sin ningún lugar a donde ir, mi corazón
se ha convertido en porcelana rota;
nunca lo han tratado con esmero.
Una vez estuve enamorada
de un secuestrador maleante.
Se fue volando en la noche más fría.
Anoche soñé con él. Bailamos
un pax de deus en la cocina;
las piruetas destrozaron la porcelana blanca.
Por la mañana desapareció
montado en un gran elefante.
Mi corazón es un vestido rojo que han destrozado.
Quisiera escupirle semillas de pimiento en los ojos,
pero se fue en un elefante
con un bulto pesado a la espalda.
He cubierto mi cabeza con pimientos picantes
y he untado mi alma con chile.
Ahora espero en lo alto de las escaleras
y en el suelo piso sal y pimienta negra.
Como una bailarina solitaria sobre los granos, bailo.
Mi bailarín se ha ido. Pobre Carmen rechazada.
L’amour est un oiseau rebelle.

2 comentarios

  1. Últimamente no sé dónde van a parar mis humildes comentarios
    Pero hoy leerte me pone piel de gallina ( electrizante)
    Felices viajes
    Porque donde vayas hay vida
    Muchas vida

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