¿Y si el domingo no gana nadie? Las matemáticas apuntan a una posible repetición electoral. Por Pablo Fdz. Quintanilla

Los sondeos electorales dejaron de publicarse a inicios de esta semana, aunque algunos especialistas están aprovechando una especie de vacío para afianzar los análisis con los datos de que disponen. Estos datos incluyen los llamados trackings, que son sondeos de opinión, pero basados en una mecánica diferente a la de las encuestas habituales: cada día actualizan con nuevas personas para estudiar las tendencias relacionadas con los últimos acontecimientos, como puede ser un debate televisado o alguna noticia relevante.

En esos análisis basados en las últimas tendencias de voto, en busca de algún momento disruptivo, el periódico El País abría un escenario posible esta semana. Los números hablan tras una simulación generada por ordenador con 15.000 posibilidades de que en un 20% de ellas, aproximadamente, España iría a una repetición electoral. Y quizás el sentido común y el recuerdo de lo ocurrido en España en la última década apuntaría a que es una posibilidad que se debe tener muy presente.

Hay varias claves para ello. La primera es que los partidos a derecha e izquierda de los dos grandes, es decir, Vox y Sumar, son papeletas que podrían alcanzar hasta el 15%, lo cual implica una generación muy clara de bloques derecha-izquierda. Un voto a Sumar es un voto a la presidencia de Sánchez, con el matiz de que, a mayor proporción de Sumar en la coalición, más políticas situadas a la izquierda del PSOE desde el Ejecutivo. Lo mismo entre Vox y PP: a más votos para los de Abascal, más probable es que se apliquen políticas más derechistas en un futuro Gobierno de Feijóo.

Pero en el fondo, desde la desaparición de Ciudadanos, no es tan diferente a cuando PP y PSOE eran casi únicos protagonistas de sus bloques. Si antes en solitario alcanzaban los 170 votos, ahora lo hacen con un acompañante a los extremos. Con Cs, hubo un tiempo no tan lejano en que podía pactar con unos y con otros. Recordemos el pacto Rivera-Sánchez en 2015 que no salió adelante porque Podemos no quería saber nada de un Gobierno naranja. Por tanto, hoy como hace 20 años, podemos hablar tranquilamente de bloques unificados. Y si se divide cada bloque en dos papeletas, asumimos que hay un techo similar al que había hace 20 años. Feijóo tiene las mismas posibilidades hoy de gobernar que de hacerlo hace 20 años con una absoluta. Y eso no es fácil.

En segundo lugar, algo propio del Congreso actual es que hay partidos que no están en la negociación para apoyar a ninguna de las dos opciones políticas. El primero de ellos es la CUP, una formación independentista catalana que nunca colaborará para hacer presidente a Sánchez. Porque su modo asambleario, su forma de ver la política, es la del rechazo institucional habitualmente. Una opción legítima, pero que retuerce las matemáticas.

Si vota a todos que no, de darse ciertos números, impediría una investidura por mayoría simple. Esa votación implica que salga un presidente son menos de 175 votos, siempre y cuando no haya más votos que digan no. Es decir, si Sánchez amarra 174 diputados tras pactos con terceros partidos, en tanto PP y Vox voten en contra, de no abstenerse la CUP, no puede ser presidente si la votación queda en 174 síes y 176 noes.

En ese mismo espectro se encuentran otros partidos, como los independentistas de Junts, o incluso Bildu y ERC, formaciones que podrían no llegar a acuerdos como ya ocurrió en el pasado, votando a todo candidato que no.

El tercer elemento a tener en cuenta es que, ante esta situación de bloques formados por un partido moderado y otro a su extremo, es que Feijóo lo tiene difícil. Porque si bien el PP ha sabido entenderse históricamente con formaciones como el PNV o Coalición Canaria, y apunta a que podría pactar con Teruel Existe, es difícil imaginar un escenario en que estas formaciones regionalistas o independentistas voten que sí a un Gobierno donde esté Abascal.

Y peor aún. Porque si Feijóo se ve tentado a prometer que Vox no estará en el Gobierno y luego, cuando lo conforme, una vez sea elegido presidente, acabe por incluir ministros directa o indirectamente de la cuerda de Vox (un simpatizante no militante, pongamos el caso), la nube negra de la moción de censura comenzaría a rondar por el Congreso desde la primera celebración de un Consejo de Ministros.

De ello hay precedentes. El mismo Congreso que dio el poder a Rajoy para su segundo Gobierno, fue el mismo que en 2018 se lo quitó en una semana tras una sentencia que apuntaba a una caja b del PP, precipitando la llegada al poder de un Pedro Sánchez que había comenzado la legislatura siendo defenestrado por su propio partido. Quizás, el caso más italiano de la política española desde la vuelta de la democracia, el giro de guion que nadie vio venir salvo unos pocos estrategas.

En definitiva, hay argumentos de sobra para pensar que no hay grandes posibilidades de una repetición electoral. Las consecuencias, eso sí, serían impredecibles. Porque basta salir a la calle, sin que lo diga ninguna encuesta, para entender que son las elecciones que menos apetecían a la gente que uno recuerde. No ya por el verano, sino por el cansancio generado por la continua tensión. Quien hoy dice cansancio, mañana puede hablar de desafección. Y la desafección lleva al cabreo. Y el cabreo, como hemos visto en España, lleva a que surjan nuevos partidos y nuevas mayorías.

Pablo Fdez. Quintanilla

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