“Un inmigrante asesina a un clérigo en la Plaza Alta de Algeciras.” Esa frase que acabas de leer, esa obviedad, dejará en la ciudad una marca indeleble. A todos. A los recién llegados y a los del Pollo Caporal.
Cada vez que pises el centro recordarás “la frase”, nos pasará a todos durante años. Mucha mala energía.
El video de un árabe que acaba de matar a un sacerdote con un machete, herir a otro y además zarandea amenazante a tus vecinos en la Plaza Alta, ha dinamitado puentes, ha vapuleado la realidad de Algeciras. Ha enterrado la imagen exterior de la “Al-Yazirat”.
Este suceso de cobertura mundial, nos recuerda que las cosas pasan, que la lotería toca. Da miedo.
Nos ha apuñalado como sociedad, nos ha metido miedo real, en el corazón, en un símbolo, en la Plaza Alta.
Esto duele. Esto duele de cojones a todos los que consideramos Algeciras nuestro hogar, a todos se nos ha jodido algo.
Cada uno lo lleva como puede, yo escribo y pienso en mi padre. Mi madre lo hubiera pasado muy mal con todo esto, era devota.
Algeciras ha tenido su 11-M, cicatrices que se marcan en rojo en la historia de la ciudad, milenaria, pero esta fecha, se apunta.
Se nos abren grandes retos como sociedad algecireña. A todos. A los recién llegados y a los del Pollo Caporal.
Creo interesante tratar con mucho amor el alma de este pueblo, está herido. Se admiten ideas.