“Aquello que no puede ser dicho tiene que ser experimentado. Es una gran experiencia penetrar en el espacio interior. Algo es experimentado en ese encuentro que nadie ha sido capaz de definir.” Osho
Lunes, 15 de septiembre.
A la vera del Estrecho fueron llegando del norte. El hombre de la barba poblada, la mujer con ojos claros, el que venía desde Tánger, uno con sombrero blanco y el que hacía malabares. Dos mujeres y un hombre joven llegaban de la tierra del vino. La mujer de la dulzura venía con el de la isla. Estaba dispuesto al detalle cada rincón del espacio: Los Gallos, el Cotolito, la Serrana, Mandarina… y el fuego que nos ofició Juanma. Y la cena. Allí estaban los dos hermanos con su presencia serena. Cabeza y corazón y cuerpo, ojos verdes. Universo. A todos nos acogieron. En un punto al sur del Sur, un grupo de seres de luz estaba dispuesto a seguir su auténtica revolución, esa que comienza por dentro.
Y empezaron a encontrarse. Practicaron el silencio.
Descubrieron el Origen, la siesta en el orden del día, más blandito por favor… Más fácil también, más ternura. Aprendieron que el carácter va más de quedarse en bolas y menos de mirarse el ombligo, y que en una puesta de sol frente a la costa africana confluyen los nueve eneatipos sin miedo, sin culpa y sin rabia. Aho! Olvida ya el turbo-drama y quítate un poco de en medio. Que tú no mandas. Que si quieres subir la duna, más vale que busques pronto eso que sí te motiva y te lo coloques delante para no perderlo de vista. Cola de dragón ayuda. No hay piedra a la que engancharse ni barranco que se resista.
Ser antes de hacer, amasarse. Volverse más animal. Termita que vuela, preciosa; erizo, loro, lobezno. Salirse del personaje.
Más lento que lento, ¿lo oyes? El cuerno de la chamana en las cuatro direcciones. Rojo verde blanco y negro. Paz, paz, paz. Madre Tierra, nuestros hijos. Cacaíto empieza a danzar.
Hay un Árbol de la Vida sembrado en el sur del Sur con cenizas de dos almas que nacieron en el norte. Gran Espíritu invocado, no dejes de cuidar de él. Sus ramas están dando frutos en la tierra del Oasis y un grupo de Pioneros ya expande semillas de auténtica revolución por el Norte. Acompáñalos en su marcha. Imparables. Indecibles. Impecables.
La perfección es como la muerte
Pema Chodron
Pensamos que si meditáramos lo suficiente, o hiciéramos el suficiente deporte, o comiéramos comida perfecta, todo sería perfecto. Pero desde la perspectiva del que está despierto, esto es la muerte. Buscar la seguridad o la perfección, regocijarnos por sentirnos plenos, independientes y enteros, es algo así como la muerte. No hay lugar para el aire fresco. No existe lugar para que llegue e interrumpa todo eso. Estamos matando el momento al controlar nuestra experiencia.
Actuar así es llevarnos a nosotros mismos al fracaso porque más pronto o más tarde tendremos una experiencia que no podremos controlar: nuestra casa se quemará, alguien amado morirá, nos dirán que tenemos cáncer o alguien nos tirará salsa de tomate en nuestro vestido blanco.
La esencia de la vida es que es un reto. A veces es dulce, a veces es amarga. Unas veces tu cuerpo se tensa, otras veces se relaja y se abre. A veces te duele la cabeza y a veces te sientes cien por cien sano. Desde la perspectiva del despertar, intentar atar todos los cabos sueltos es la muerte porque esto supone rechazar muchas de tus experiencias básicas. Hay algo agresivo en este planteamiento de la vida, intentando allanar todas las motas rugosas y las imperfecciones para que todo sea un paseo suave y agradable. Estar plenamente vivos, plenamente humanos y totalmente despiertos es ser arrojados continuamente del nido. Vivir plenamente es estar siempre en tierra de nadie, y experimentar cada momento como algo completamente nuevo y fresco.
Un comentario
Perfecto
Vuelvo a abrir
Y vuelvo a cerrar
Y cuando creo que lo tengo… voló
Tiene que ser así