Lunes, Palabras de AMOR. Por María Eugenia Manzano.

Todo escritor tiene la elección de contarles a las estrellas cosas de su generación o contarle a su generación cosas de las estrellas. Adam Zagajewski
Lunes, 1 de enero. Es fácil caer en los tópicos. Feliz año, buenos deseos, propósitos tras las enmiendas, página en blanco… Y yo, que por una parte quiero mantener las tradiciones y por otra mi transgresora reivindica su lugar, decido no eliminar ni las uvas, ni el belén ni el arbolito, y siguiendo la enseñanza de Víctor, en lugar de renunciar, les doy un poco la vuelta o las dejo patas arriba, para seguir tejiendo hilos. Hay todo un pueblo ahí arriba.
Y entonces hoy, 1 de enero, reivindico lo atemporal. Anoche comí doce uvas, a las doce menos doce, para dar tiempo a cada una y al menos una intención. Yo ya me he atragantado bastante.
Después dancé como quise y hoy, sin entrar en detalles, aún me dura el buen sabor de la noche compartida, de escuchar la voz de mis padres, de los huevos con jamón y así llega el 24. Los 70 de mi madre, los 20 de mi hija Lucía, y en medio de las dos, mis 50. Estáis todos invitados.
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Dejarme en paz.
Cerrar los ojos, respirar, conectar. Sólo estar.
Una vuelta a lo esencial, lo quiero todo más simple, ¿se puede?
Dejarme yo a mí en paz.
Confiar.
En los vientos que lleguen, sur y norte, este oeste. Enraizarme en donde esté porque está dentro de mí.
No dudar.
Y desde ahí, mirar al frente, sin perder de vista la espalda. Corazón del lado derecho. Confiar, escuchar. Saboreo.
Dejarme en mi paz.
Dejarme de juzgar, aflojar. Darme cuenta por lo menos de que doy permiso fuera a lo que me atormenta dentro.
¿Y cómo me lo quito? No me lo quito, lo veo. Y mirándolo lo acuno, aprendo a aceptarlo, más blandita por favor, menos ego… y sin evitarlo, también, sé que a veces no es pá tanto.
Dejarme en paz para acompañar. A mis hijos, a mis padres, en mi trabajo.
Comunicar en dimensión humana.
Transformación sin sobresaltos.
Dejarme en paz en la urgencia, en la falta de sentido, en la exigencia con los demás y conmigo.
Y así, en paz, desde el corazón para el corazón, latido.
Y menos palabrería.
Paz para ser más precisa. Preciosa Genia. Precisa.
Hacer las paces conmigo en lo que menos me gusto, en aquello que no muestro, en lo que esquivo.
Paz con que estén bien mis hijos.
Paz. Para las finanzas del Reino.
Para dejar de empeñarme en el camino sabido.
Paz para ser la que soy.
Sin culpa ya, sin vergüenza, sin pecado concebida. Era desde el deseo, desde el gozo.
Paz para cuando se prenda el fuego.
Paz en las distancias, menos ansiedad.
Paz en la piel y el tacto, sin reloj al que mirar.
Paz cuando se me olvide la paz.
Recuérdame, Atemporánevs.
Parar al abuso, cesar en mi propio juicio. Sobornar a mi carcelera con esta pizca infantil de insolencia que no sólo me salva, me da vida.
Y reivindicar la alegría.
Abrazarme, maternarme, encogerme en una bola con la mantilla de Córdoba.
Saber que puedo, que quiero, que crezco. Que yo a lo que venía aquí, lo tengo hecho, y que no estoy sola.
Eso.
Y hacerme más el amor.
2024, la expansión.

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