«Los afectados somos todos» Por: Ángel Luis Jiménez

Todos somos los afectados en el caso Koldo/Ábalos, no un partido u otro por mucho que se hagan los ofendidos. Tan trágica como la corrupción es la situación donde las consideraciones éticas se subordinan a las lealtades partidistas, silenciando todo lo demás.

Este caso de corrupción se suma a nuestro ya insufrible malestar político. Cómo si no tuviéramos suficiente con todo el ruido generado por la amnistía y sus derivadas, o la ineludible resonancia de los conflictos internacionales. Sin olvidar que, al diapasón de la política nacional, se agrega la nueva situación planetaria.

Sin embargo, lo peor de todo es que este nuevo caso de venalidad política nos retrotrae a tiempos que pensábamos periclitados. Como si de un enfermo de Alzheimer se tratase, la sociedad actual tiene poca memoria inmediata. Olvida muy pronto.

Nunca han dejado de producirse estas quiebras de la ética pública, y menos aun cuando la pandemia ofreció excepcionales condiciones objetivas para que los pillos y aprovechados de turno hicieran de las suyas como el tal Koldo, su hermano, esposa y familia.

También es bueno recordar otros casos de ventas de mascarillas con suculentas comisiones como la de Priviet Sportive a Tomas Díaz Ayuso, hermano de la presidenta madrileña. Por la investigación de la Fiscalía Anticorrupción conocemos su intermediación en la adquisición de mascarillas para la Comunidad de Madrid. Y ahora sabemos que, tras archivarse el caso, con la comisión se compró un chalet de lujo con piscina en Pozuelo de Alarcón, valorado en 1,8 millones de euros.

Tampoco podemos olvidar el tándem Puigdemont/Ábalos. Los dos con su larga experiencia política nos han enseñado que la mejor defensa es un ataque, y que éste pasa por sembrar su propio relato. La realidad no importa, lo decisivo es construir un relato a la medida de sus intereses. Los dos van a convertir esta legislatura en un verdadero campo de minas, y con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina.

Ahora, se trata de definir cuál es el mal del que estamos hablando para poder extirparlo entre todos. Para eso existe la democracia. Aunque Javier Pradera en su libro sobre “Corrupción y Política”, saca a la luz la conexión existente entre corrupción y sistema democrático, tal y como se ha producido a lo largo de nuestra joven democracia.

Fernando Vallespín, comentando el libro de Pradera, decía que eso que llamamos responsabilidad política “es una rara avis en la cultura política española”. Da hasta pudor tener que explicarlo. Pero el vínculo entre la ciudadanía y nuestros representantes públicos se basa en la rendición de cuentas, y el precio debe ser mayor según el grado del quebranto moral producido.

Aprovecharse de una situación de privilegio político para enriquecerse durante una pandemia deja pocas dudas sobre el nivel de gravedad del caso Koldo. Esa sombra que acompañaba al exministro de Fomento a todas partes, exige la entrega de su acta de diputado, porque está en juego todo nuestro capital político, el de la ciudadanía.

¿Cómo es posible que, a la vista de la facilidad con que los ocupantes de cargos públicos caen en estos usos y la reiteración de sus denuncias, no se haya frenado su reproducción en el tiempo? ¿Por qué no hicimos nada entonces, ni ahora? ¿En qué nos estamos equivocando? ¿Qué impide que aprendamos de los errores?

El texto de Pradera nos muestra un camino para profundizar en el análisis de la corrupción en nuestro país. Su libro es una memoria viva de un tiempo que creíamos superado y una advertencia frente a aquello que debemos evitar. Ahora, la pelota está en nuestro tejado. Nos corresponde continuar abundando en el diagnostico y en una más eficaz búsqueda del remedio para esta autentica lacra social.

Necesitamos reflexionar honestamente sobre el reflejo convexo que nos devuelve la política, y ser implacables con la realidad de la política democrática sin abandonar la fe en sus ideales. A estos es a quien debemos  nuestra lealtad no a este u otro partido.

Un comentario

  1. La base de toda la corrupción política que ha salpicado en distinta medida a TODAS las ideologías políticas de España desde la democracia del 1978, es la falta de un funcionamiento democrático y limpio dentro de los partidos, los partidos en España funcionan por enchufe y/o capacidad económica dentro de dicho partido, eso de la valía o el mérito se deja para otro día, es más, pienso que esa valía para el cargo es dilapidada dentro de los partidos por miedo a la sombra que pueda hacer a los que detentan en esos momentos el poder. El resultado es que hasta ahora todos los partidos sufren un deterioro profundo que se traduce en un descrédito generalizado ante el electorado, en España se vota “al partido menos malo” o al que menos disgusta con tal que no gane el que más asusta.

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